. Inclinó la espalda hacia delante apretando los dientes y el dolor cedió un tanto. Mantuvo la postura sin mover un músculo durante algunos instantes hasta que poco a poco, con infinito cuidado, como si temiera irritar al airado animal que albergaba en su seno, fue iniciando el balanceo perdido durante los vislumbres anteriores, despacio, paulatino, en creciente. Atrás y adelante, atrás y adelante. Escuchaba el sonido de su respiración mas dejó de oírlo cuando alcanzó el ritmo con