, más aprisa. Cruza la sala como una exhalación y desaparece en el pasillo. La barba azulea en las mejillas. Vuelve a sepultar la cara en el lavabo lleno de agua. Abre los ojos dentro del agua. Quizá eso aleje el sueño o, cuando menos, el peso de los párpados y el alfileteo que irrita sus ojos ya enrojecidos. Saca la cabeza cuando necesita respirar, toma aire dejando que la humedad suba por las fosas nasales y vuelve a introducir la