si cerrara los ojos el sueño escondería sus pensamientos. Un estremecimiento helado le dejó vacío, sin alma, y la inseguridad trajo tal desamparo que volvió a soñar las sábanas para poder abrazarse. Luego se sucedieron otros escalofríos que se alejaban como un eco pero el mal estaba hecho y el miedo alojado en el cuerpo. Le pareció estar llorando mas la piel de las mejillas lo desmintió; entonces vio que se trataba de una compasión enfermiza, cuya morbidez no distinguía de las