ya creía olvidados. Era tarde para sacarlos a escena; además, era labor propia de espíritus fuertes y, por si esto fuera poco, su mismo desfallecimiento apagaba las últimas luces de la cabeza como el viejo sirviente que se aleja provisto de una luz que se extingue con sus pasos dejando a sus espaldas la oscuridad y el silencio. Se percató de que estaba caminando por el centro de la calzada cuando el sonido de un cláxon le ayudó a identificar el ruido que