lo extraña vibraba en todo mi cuerpo. Los giros se hacían casi violentos. Entonces miré hacia abajo y descubrí decepcionada que el péndulo me señalaba un lugar vacío. Era una losa cualquiera del suelo. "¡No hay nada!" grité. Tú te acercaste contrariado y, como si me reprendieras, dijiste: "Eso es un pensamiento tuyo. Busca donde el péndulo te señala." Incapaz de contradecirte, me agaché como una autómata. Nunca podré describir lo