caserón de Via Cappuccio, y cuál no sería mi sorpresa --mientras subía por la amplia escalera de piedra-- cuando desde arriba me llegó el sonido distante de tu voz, de tu canto. Tu voz con aquella intensidad suave que interpretaba con cierta libertad --algo muy propio de tu estilo-- el «Ave María» del Otelo de Verdi. »A mí, que por entonces no conocía aquella melodía, me sorprendió por su vagorosidad e incluso --asombrado como estaba--