lo escuchaba: "Despacio. Despacio. Deténte otra vez." No sé cuánto tiempo había transcurrido hasta que, una de las veces que me detuve, de manera casi imperceptible, el péndulo cambió su movimiento. Al fin estaba girando. Yo no podía hablar. Una emoción intensa y extraña vibraba en todo mi cuerpo. Los giros se hacían casi violentos. Entonces miré hacia abajo y descubrí decepcionada que el péndulo me señalaba un lugar vacío. Era una losa cualquiera