la siesta, Abreu recibió a un señor de aire saludable, que se quejaba de vagos malestares. Debía de ser un hombre aprensivo, porque las manos le temblaban un poco y le sudaban. Cuando el doctor (una ancha sonrisa animaba esa cara tan peculiar, agraciada para quienes lo conocen y lo quieren) se arrimó con la intención de examinar el fondo de ojos, el enfermo sufrió un profundo desmayo. Abreu recuerda claramente que se dijo: «No perdamos la calma
HIS:128.23
ANIMARI - Dar ánimo, valor o energía a alguien. Por ext. reavivar un sentimiento, amenizar un acontecimiento.