en la zona. --¿No me diga que vino buscando alguna mujer? --¿Por qué se le ocurre eso? --Por nada. Locuras mías. Parecía cuerdo, pero el hecho de que viviera en un manicomio me alarmaba y empecé a preguntarme si me tocaría estar mucho tiempo con un loco, encerrado en el auto, un cuartito más oscuro que la noche, azotado por la lluvia y por ráfagas de viento que lo estremecían como si fueran a voltear