Resultaba menos crudo decir que «estaba del pecho». Como era una enfermedad muy contagiosa y pesada de curar, a los que estaban del pecho se trataba de aislarlos, como primera medida, de las personas de su edad. Rara era la familia donde no hubiera algún caso de conocidos o parientes que viajaban periódicamente a un sanatorio antituberculoso. Lo hacían para llevarle embutido y algunos libros a un joven pálido y triste, que muchas veces aprovechaba aquella etapa de reposo