las pues, se diría que hoy son los propios hechos los que intentan y logran verse envueltos y amparados tras aquella misma oscuridad numinosa y ominosa que en otro tiempo escudaba justamente a los agüeros. Los hechos son los que hoy parecen exigir para sí mismos el tipo de sumisión y acatamiento que para sí reclamaban antaño los agüeros. Pero el rasgo más propio del acatamiento es la ciega y gratuita incondicionalidad; la incondicionalidad rescinde toda exigencia de conexión empíricamente transitable y, por ende