la, harto de platos preparados apresuradamente por él o por alguna amante. Salía de su oficina y almorzaba en un restaurante económico algo alejado, lo que le permitía dar un par de buenos paseos, antes y después del almuerzo, y regresar al trabajo sin prisa alguna, satisfecho de saber que cuando volviera a casa a media tarde no le aguardaría un fregadero lleno de platos, cubiertos, vasos y ceniceros sucios y sartenes y cacerolas grasientas. No recordaba, sin embargo,