y buscando la pierna herida con ambas manos. Quedó hecho un ovillo sobre la alfombra, crispado el rostro, jadeante, cierto de haberse abierto el hueso. Piensa: --Voy a levantarme, tengo que levantarme. Desearía no hacerlo pero lo va a hacer. Lo sabe y se demora. Frota enérgicamente la pierna herida para ganar minutos. Es tan hermoso estar así tumbado, doliente, temiendo por sí mismo, compadeciendo ese hueso dolorido y abrazado.