la precipitaron en un ataque de pánico. El dolor llegó más fuerte. Introdujo dos dedos en la boca pero no acudió más que un ruido seco y profundo tras el espasmo provocado. Recorrió ansiosamente el tronco con las manos, como si deseara palpar su calamitoso estado o quizá rasgar la piel y desprenderse de ella. La tina del baño estaba junto a él y la imaginó llena. Sin pensárselo, pasó las piernas sobre el borde y se metió dentro.