de la mañana, todavía somnoliento, tambaleandose dentro del holgado pijama, haciendo (del dormitorio a la cocina, de ésta al baño, del baño al dormitorio, de vuelta a la cocina) el trayecto fatal del despertar. Estrelló una taza vacía contra el fregadero. Perdió el tapón del tubo dentífrico en el retrete. Desgarró aparatosamente un visillo en la cocina. Los objetos pasan la noche despiertos y es en la mañana cuando cobran toda la ventaja sobre sus dueños.