gritar. Apenas si tiene tiempo para erguirse. El dolor se crispó repentinamente, rebasó la boca del estómago, atravesó el esófago, desbordó la garganta que intentaba cerrarse ante la agresión, y todo lo que arrastraba consigo lo estrelló contra el fondo de la bañera como un pistoletazo cuyo rebote salpicó su cara y sus brazos desnudos. Cierra los ojos, llorosos por el esfuerzo. Aun no percibe olor alguno. Tampoco tiene deseos de limpiarse. Acaricia su vientre que