te puro sueño. Rara vez hablábamos del futuro. ¿Soñábamos que vivíamos o vivíamos para soñar? No te volví a dejar ir sola al pueblo. Si alguna vez salíamos --después de un paréntesis de aislamiento-- siempre íbamos juntos y regresábamos antes de que anocheciera. Pero cometí un nuevo error. Ahora fue el error de dejarte sola una tarde, ante la urgencia de tener que ir yo al pueblo a comprar nuevas velas; aquellas velas que prolongaban nuestros atardeceres e