una capital como en la que -después de haber ido dando tumbos de un continente a otro a causa de su vida profesional- actualmente vive -o, en la terminología de su esposa, vegeta-, puede emprender, sin moverse de su buhardilla gatera, la busca y rastreo de los espacios perdidos que configuran su escenografía mental o salir al proliferante, madrepórico caos callejero y domesticar territorios nuevos por una simple decisión de su voluntad. Las paredes de las casas del