la se sorprendió y se asustó al ver que en las palabras y en los ojos de la muchacha había un aire turbador y visionario. Fue entonces cuando se sintió materialmente apresado por los brazos de la muchacha, que de forma desesperada se aferraron alrededor de su cuello y le apretaban con fuerza. Sentía la blanca mejilla de ella como una brasa sobre su piel, como nieve que quemara, y el roce de su pelo corto y sedoso junto a su frente. Crujían las