una sillita con un niño. Las mamás con sus críos le reciben como a un abuelo apacible haciendo de niñero, aunque basta una sola ojeada del hombre, deteniendose sobre sus cuerpos, para que le miren de otra manera y compongan instintivamente su postura sentada o se lleven la mano a verificar el peinado. Pero casi siempre el viejo va pendiente del niño. Todo en él le asombra: los ojitos tranquilos o ávidos, el manoteo incansable, la suavidad de la piel