Después gritó ¡Carmina, llevale todos esos libros al trapero!, y Miguel sintió a la muchacha trajinando junto a él y haciendole una caricia furtiva y solidaria. También oyó cómo la abuela intervenía rogandole que se calmara, pero, en realidad, no se esforzaba en distinguir los comentarios. Sólo una frase del abuelo, una frase que había oído pocas semanas antes, logró atravesar las paredes de su llanto. --Este tipo de lecturas está viciando su imaginación