Genoveva no había vuelto a hablar. Una nube cruzó su rostro y al retirarse dejó un brillo de llanto en la mirada. «Es injusta y soberbia, y ha encontrado el blanco perfecto para descargar su resentimiento. Porque esa lágrima que no deja brotar es una lágrima de rabia: cómo pudo morirse David, hacerme esto...» Quizá para apagar su ira, tal vez tratando de suavizar su ataque, Genoveva se levantó y fue hacia una mesa llena de