las nomeolvides, las blancas flores del nenúfar. Miguel llevaba todos los días al loro su ración de pipas, le gustaba hablarle en un susurro mientras le veía comer, decirle qué guapo estás y qué gordo, cómo has mejorado, qué bonito es ahora el color de tus plumas. Cuando Capitán Flint acababa de comer, el niño limpiaba el suelo de cáscaras y le hacía caricias en sus lugares favoritos, en la nuca diminuta o entre los ojos. Se sentaba