Su madre tuvo la delicadeza de no preguntarle nada acerca de ello, y Miguel decidió perder cada tarde menos tiempo en merendar, para que la abuela saliera de la habitación cuanto antes. Un par de horas después, Mercedes se marchó y Miguel vio cómo la abuela la observaba desde una ventana y movía con lentitud la cabeza a un lado y a otro. Entonces el abuelo se detuvo junto a ella e, indignado, le preguntó si aún no se había enterado de