su discípulo, exclamó: --¡Por fin! --¿Llego tarde para la clase? --Hoy no hay clase. Tengo algo que contarle. No sabe con qué impaciencia estuve esperando. Es algo extraordinario. Minuciosamente Rugeroni refirió que su chica, Marisa, lo llevó a ver una casa en venta, próxima a la estación de servicio, y que pasaron una hora larga viendo cuartos y planeando la distribución de cama, sillas, mesa y otros muebles, mientras