Miguel le miró con odio y exclamó: --¡No me llames Crispín! Mercedes llegó una tarde de lluvia inclemente y entró en la casa dejando tras de sí un reguero de agua. Miguel, nada más verla, se lanzó a abrazarla y a llenarla de besos y a gritarle jubiloso ¡has llegado, has llegado! Estaba encantadora, con su pelo negro ensortijado y húmedo, con aquella sonrisa suya, otra vez blanquísima y deslumbrante sobre el fondo
TER:120.17
LANZARI.2 - Dirigirse [alguien] [a alguien o algo] con precipitación o violencia