, preguntó entre sorprendida e irritada: --Hemos... --él casi se rió--. Hemos estado haciendolo todo delante del vecindario --dijo--; la chica miró a la ventana, luego a él y, finalmente, se encogió de hombros con displicencia: --¡A buenas horas! --dijo--, y volvió a introducirse en el cuarto de baño. En ese momento, la chica dejó de gustarle; fue como un malestar de los que poco