te esa pobre mujer la que te condena, por cierto. Aunque te deshicieras de ella y borrases todos los rastros la sombra permanecería sobre ti que, enteco y sin defensas, nada puedes hacer; ni aunque pudieras reunir el valor para afrontarla sabrías hacerlo porque has tenido toda tu vida para aprender y ahora la improvisación, la brillantez, el audaz golpe de mano, son imposibles. Te has encontrado a ti mismo de tal modo que ésa ha sido, precisamente