no parpadeaban. Era bajo, fornido, de pelo revuelto y barba crecida, de tez blanca, aunque todo él parecía oscuro y rojizo, con algo de carbón incandescente. Pensé: «Parece escapado del Open Door.» No niego que los locos me asustan. Pregunté: --¿Podré dar la vuelta? --Y encajarse --contestó--. A unos quinientos metros hay una loma de piso firme. --¿Lo llevo hasta la loma? --Si no