esfuerzo de Genoveva, por no haber sido capaz de evitarle ese pequeño trabajo que un caballero, o simplemente un hombre sobrio, hubiera hecho, levantandose de un salto, sujetandola incluso por el brazo para impedir que se moviera, sonriendole protector y dominante a un tiempo: «Por favor, no faltaría más; estoy aquí para ayudarte, para servirte, para cerrarte todas las ventanas que intentan alterar la grata atmósfera en que vives. Cerraremos