sus defectos el del mal oído. De pequeña ensayaba hora tras hora usando la cadena del wáter a modo de micrófono, insensible a los zurriagazos con que mi padre trataba, bien de disuadirla de sus sueños de gloria, bien de dormir la siesta en paz. A los treinta años, y sabe dios a qué precio, consiguió Cándida su primer contrato. Su efímera carrera fue un continuo ir y venir de las tablas al dispensario. Nada le entristecía tanto como evocar
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DORMIR.1 - (Hacer) Entrar en un estado de reposo y suspensión de la conciencia