¡Por fin ese cántico celeste! Colores de ultramundo, lumbres de mil estrellas incendian el viejo corazón y le arrebatan a esta gloria, esta grandeza, esta palabra insondable: ¡NONNO! A ella se entrega para siempre el viejo, invocando el nombre infantil que sus labios ya no logran pronunciar. El niño, en su desamparo, inicia un gemido. Pero se calma al olfatear en la vieja manta el rastro de los brazos que le acunaban. Se envuelve confiado en
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ENTREGAR.2a - (Fig.) Dejar(se) dominar [por un determiando estado o sentimiento]