» Las dos bolitas oscuras intimidan al viejo, que se encoge como bajo el dedo del destino. Luego los párpados se cierran lentamente, mientras florece en la boquita una sonrisa. El niño, confiandose a ese hombre, se entrega por fin a un sueño tranquilo. El viejo respira hondo. Vuelve a asombrarle que Andrea no lo supiera y que, sin embargo, entre tantos nombres, eligiera ése... Susurra: -Así que te llamas Brunettino, que serás
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ENTREGAR.2a - (Fig.) Dejar(se) dominar [por un determiando estado o sentimiento]