la lupara, besó a Rosetta, dirigió al yerno un vago gesto de la mano y decidió violento: -¡Nos vamos, pero por la puerta grande! Y tú Rosetta como llores desde el balcón vuelvo a subir y te planto dos hostias. Si no puedes aguantarte, no te asomes. El viejo bajó una vez más la escalera haciendo sonar sus pisadas de amo y emergió, más erguido que nunca, de las sombras del zaguán. Sus amigos acudieron desde
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PLANTAR.4 - (Fg.) Dar [un golpe o un beso] [a alguien]