estudiosos y los que tienen, como los charlatanes, la virtud de curar. Él se incluye en el primer grupo. En cierta medida le doy la razón. Me consta que es un estudioso y que al hablar de cuestiones médicas despliega un deslumbrante acopio de conocimientos. No puedo, sin embargo, negar la evidencia: en la historia de la medicina, el sitio de Francisco Abreu es el de un terapeuta sobresaliente. Allá en los albores de su carrera abrió un consultorio