le dijeron que se había levantado la huelga y que los trenes corrían. Viajó en el de las doce y diez. Apenas pasadas las cinco, bajaba del tren, salía de Constitución, tomaba un automóvil de alquiler. Aunque nada deseaba tanto como llegar a su casa, dijo al hombre: --A Soler y Aráoz, por favor: En ese instante había sabido cuál de los amigos era el muerto. La brusca revelación lo aturdió. El chófer trató de entablar conversación