los partidos comunistas europeos hubiera sido imposible. Gracias a ellos no se pueden hoy repetir impunemente las mentiras de hace diez o quince años. (Contrasta esta actitud con la de tantos intelectuales latinoamericanos, que no abren la boca sino para recitar los catecismos redactados en La Habana.) La crítica de los intelectuales europeos fue eficaz --a la inversa de lo que ocurrió antes con las de Serge, Cilinga, Souvarine, Breton, Camus, Silone, Howe y otros-- porque