ha introducido por la rendija inferior de la puerta de tu estudio un periódico al que no estás abonado. Al incorporarte por enésima vez del escritorio a limar todavía tus uñas, verificar la aparente serenidad de tu rostro en el espejo o descargar la vejiga en el lavabo, acabas de descubrirlo, doblado, sobre la vieja y cochambrosa moqueta. Como el título te resulta desconocido e ignoras incluso en qué lengua está escrito, tu primera reacción será echarlo sin más a la