el frente me hubiera gustado verles! Pero, claro, ninguno hubiera ido. ¡ Todos emboscados en retaguardia, con sus libros y sus papeles! -Yo luché -replica tranquilamente Buoncontoni. -¿Usted? -inquiere, acordandose a la vez del profesor que tenían en su partida, allá en la Sila. Buoncontoni se suelta la corbata de pajarita, se abre la camisa y muestra una larga cicatriz desde el cuello a la tetilla. -Partisano. En