su cintura. Los otros labios la besan y ahora es ella quien siente retornar antiguas emociones. Ríe feliz, zafándose. -¡Qué loco eres!... Anda, anda; a tu siestecita, que estás muy guerristón y te conviene descansar. Sí, guerristón; hacía tiempo que un beso no era tan beso. « ¡ Mira que si se hubiera rendido también el otro enemigo, la Rusca!... Ilusiones. Sus mordiscos últimos ya no tienen remedio. »