cara sobrepasa justo el borde de la camita: derrama así sus pensamientos sobre la frente del niño. «Nunca más estarás solo, Brunettino mío; todas mis noches son tuyas. Tengo mucho que contarte, todo lo que te conviene saber; lo que yo tardé en aprender, pues tengo la cabeza dura, y hasta lo que no he sabido hasta ahora contigo. Tú me enseñas, que eres brujo, brujito por ser inocente, como el simple de Borbella: