no le interesaban los signos convencionales. La madre guardaba silencio. Julián, también. --Cámbiate --dijo la madre--; estás mojado. No se puede circular en moto con este tiempo. --He venido en autobús --replicó él. Pero estaba mojado de todas formas, y subió las escaleras, reclamando: --Que alguien me prepare una taza de té... Le pareció a Julián que había en su voz, la voz de David joven, un eco de