ración de pipas, le gustaba hablarle en un susurro mientras le veía comer, decirle qué guapo estás y qué gordo, cómo has mejorado, qué bonito es ahora el color de tus plumas. Cuando Capitán Flint acababa de comer, el niño limpiaba el suelo de cáscaras y le hacía caricias en sus lugares favoritos, en la nuca diminuta o entre los ojos. Se sentaba y lo apoyaba en su vientre, le contaba la última atrocidad de Onésima o le hablaba