abría la cancela para esperarte me parecía respirar un aire más limpio. Sólo a esa hora me dejábais salir sola al exterior. A veces, mientras te aguardaba, recogía las algarrobas que habían caído de los árboles y me las comía. Me gustaban mucho y nunca las probé en ningún otro lugar. Te esperaba incluso cuando llovía; pero, si hacía buen tiempo, me subías a la barra de tu bicicleta y dábamos un corto paseo. Recuerdo aquellos encuentros como los