En la calle adoquinada y vieja y poco iluminada se respiraba un aire libre, la segura libertad exterior. --Cualquier día --dijo Julián-- los enganchan a todos. Se había puesto serio, abandonaba el tono un poco burlón con que se dirigía al de las gafas. --Es demasiado grave la revolución para jugar así, con cuatro niños... ¿Tú has leído a Marx? --le preguntó, de pronto. Y David, con la naturalidad con que acostumbraba a