selo su madre no respondía a esquemas tan sencillos. Era un hogar tranquilo, limpio y ordenado, pero frío y desierto. Por hacer algo, por romper con un movimiento voluntario la escena petrificada en la que estaba tomando parte, David alargó la mano hacia su copa y la acercó a los labios. El champán, templado y ácido, le dio náuseas. Se levantó y fue hacia el cuarto de baño. Cuando regresó, desde la puerta vio a los dos