me crees gracias a tu angelote. ¡Si hasta por él me conociste! Su sonrisa extasiada confirmó a Hortensia que así lo admitía el hombre. «El niño es su verdad», pensó Hortensia. Y remachó: -Brunettino empezó. A mí ya me llegaste maduro, tierno. -¿Tierno yo? -bufó indignado el hombre. No pudo continuar. Se llevó la mano al vientre, se disculpó y salió apresurado. Después, la realidad que ella