puedes imaginarte! Todo el trayecto hasta aquí traté de convencerle. Pero no dejaba de repetir lo mismo: «Ese zurcido por dentro que se lo haga el médico en su propia tripa... » ¡ Qué salvaje!... Perdona; todavía me sofoco al recordarlo... Mira, te lo confieso, se me pasó toda la compasión que me inspiraba tu padre. -No le interesa la compasión -murmura Renato. -Me quedé indignada. ¡ Pobre hombre,