fulminó a su hijo con la mirada. Dejó la lupara, besó a Rosetta, dirigió al yerno un vago gesto de la mano y decidió violento: -¡Nos vamos, pero por la puerta grande! Y tú Rosetta como llores desde el balcón vuelvo a subir y te planto dos hostias. Si no puedes aguantarte, no te asomes. El viejo bajó una vez más la escalera haciendo sonar sus pisadas de amo y emergió, más erguido que nunca, de
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LLORAR - Derramar lágrimas por cualquier causa: pena, dolor, alegría, rabia o similar