nunca. Serás un árbol tan alto y tan derecho como yo, Brunettino, te lo juro.» El viejo calla, porque mientras se está prometiendo ese porvenir dorado, la congoja le estrangula y oprime sus ojos... Un sollozo rompe, a pesar de todo... «Me hubiera gustado tanto llegar a verte mozo, valiente, bien plantado y comiendote con los ojos las mujeres... ¡Me hubiera gustado tanto! » En ese instante-, el milagro.